Solicitaron la instalación de la red eléctrica
Poggi visitó a la comunidad menonita que proyecta
emprendimientos productivos

La primera menonita puntana
La Colonia “Santa Rita” se ubica a 20 kilómetros
de Nueva Galia y está formada por 21 familias. El gobernador
de la Provincia, Claudio Poggi, compartió una merienda, festejó
el nacimiento de la primera menonita puntana y se interiorizó
acerca de los diferentes proyectos productivos (lácteo, metalúrgico
y de carpintería) que impulsa la comunidad, cuyas tradiciones
se remontan al siglo XVI pero que se adaptan a las nuevas tecnologías.
Aunque los hombres visten con sombreros o gorras, mamelucos, camisas
a cuadros gastados y zapatos de labriego; y las mujeres con vestidos
largos, cofias y botines negros o sandalias, las 4×4 que los
rodean más los celulares presionados por manos ajadas para
filmar son indicios de apertura hacia el mundo actual.
La colonia menonita vino desde Chihuahua, México, con su tradición
de más de 500 años, hasta Nueva Galia, a un campo de
9 mil hectáreas llamadas “El Tupá”, a la
altura del kilómetro 574, por la Autopista Provincial N°
55.
Antes de la llegada del gobernador, Abraham, en un castellano con
acento norteamericano, dice que ellos comparten la tradición
religiosa de la otra comunidad en La Pampa, pero que están
un poquito más avanzados en la tecnología. Sus compañeros
se ríen de que en la pacífica colonia, al sur de la
provincia vecina, aún usan tractores con cubiertas sin caucho.
Para ellos, ser menonita en el siglo XXI conlleva una pizca de confort.
“Nos levantamos a las seis de la mañana. Ahorita en
invierno a las ocho. Y una vez que tenemos los tambos ordeñamos
las vacas y a trabajar en toda la agricultura. Al mediodía
hacemos una pausa para comer, media o una hora, y no dormimos siesta,
seguimos continuadamente hasta las ocho de la noche. El trabajo es
de lunes a sábados. Y los domingos tenemos misa y nada más,
hay que mantener la vaca de los tambos pero no trabajamos”,
comparte Juan Berger Peters, uno de los referentes de la Colonia “Santa
Rita” que fue bautizada así en honor al lugar de donde
provienen. A cuenta gotas, otros menonitas con mano en el bolsillo
o de brazos cruzados narran que en México había 100
colonias. “Algunas tienen como 15 mil habitantes”, agregan.
Enfrente, entre el polvo, juegan niños y niñas rubias
que parecen salidos de un cuento.
“Allá se escaseó mucho los campos y se nos estaban
yendo los hijos a otros campos y por eso vinimos aquí”,
explica Berger. Tiene la cara curtida por soles. El silencio espesa
más su castellano.
A las 15:20, el mandatario arribó hasta la entrada del campo,
junto al ministro del Campo, Gonzalo Amondarain; y sus pares de Medio
Ambiente, Daiana Hissa; y de Industria, Comercio, Minería y
Transporte, Federico Trombotto; el senador Sergio Freixes; la diputada
Marcela Renau, y funcionarios.

Lo que sigue luego es una gruesa cortina de tierra durante casi
4 kilómetros. De pronto, en una de las esquinas alambradas,
el camino se despeja para mostrar un edificio de ladrillos en construcción
que parece un centro comunitario. Más adelante, uno de los
ex propietarios del terreno aclarará que así de grandes
son las casas porque los menonitas tienen de cinco niños para
arriba. El polvo choca nuevamente contra el vidrio de la camioneta.
Se aclara todo en otro espacio donde hay cuatro casas prefabricadas
blancas de madera sostenidas por tacos grandes del mismo material.
En los tendederos cuelgan vestidos lilas, azules y negros, o jeans
de menor a mayor. Un aire acondicionado corta la austeridad. Además
de tractores viejos, en el medio de ese improvisado barrio está
la antigua hacienda donde por lo pronto la comunidad celebra misa
hasta construir su templo. “Actualmente no tenemos educación
pero estamos construyendo la escuela, y ya hay una señora preparada
para darles clases a todos los niños, de lunes a viernes de
las ocho de la mañana a cuatro de la tarde”, indica Juan,
quien señala los ejes educativos: “La palabra de Dios
y matemática para que sirva en el futuro para producir en el
campo”.
Bajo ese radical estilo de vida habitan estos 110 creyentes repartidos
en 21 familias que cada tanto se aprovisionan en Nueva Galia y van
al médico hasta Villa Mercedes. Aparte de trabajar para la
comunidad, algunos hombres son contratistas en campos aledaños,
las mujeres, en cambio, cuidan a los hijos, confeccionan prendas de
vestir y en sus labios mantienen uno de los tantos legados: el alemán.
Menno Simons era un sacerdote holandés que pasó del
catolicismo al anabaptismo y se alineó a la iglesia estatal
en Suiza. Luego de su muerte, sus seguidores se autodenominaron menonitas
y, declarándole la guerra a la modernidad, se aferraron a las
condiciones de vida propias del siglo XVI. Con silencio y abnegación,
a lo largo de su historia, cada vez que labraron la tierra se convirtieron
en graneros locales como en Rusia, por ejemplo.
El movimiento se difundió de Holanda a toda Europa, con asentamientos
en Suiza, Alemania y Francia. En 1683, las luchas y la persecución
hicieron emigrar a la rama suiza hacia América del Norte. En
Argentina ya existen otras dos comunidades, una en Guatraché,
en La Pampa; y en Pampa de los Guanacos, en Santiago del Estero.
La Biblia es el único libro que leen, según aclara
Bergen. Para recibir al gobernador este jueves también viajaron
desde Canadá un ministro y el obispo Isidro Blas, quien con
su sombrero negro de ala ancha y sus dientes de plata, aún
a la distancia, inspira respeto.
Durante la bienvenida, de una de las 4×4, una madre sacó
a una beba completamente envuelta: era Anita, la primera menonita
que nació en San Luis. Entre su frágil piel rosada,
la bebé ya viene con los ojos cerrados como en oración.
Al ritmo que lleva, se estima que dentro de 10 años la comunidad
tenga 2 mil habitantes.
“Han sido muy bienvenidos desde que están en San Luis
y espero que ustedes sientan lo mismo”, dijo Poggi, mientras
merendaba junto a la colonia. Hace un año llegaron los primeros
integrantes y desde noviembre están radicadas todas las familias.
Se espera que arriben otras 56.
“He venido a conocer cómo sueñan en la parte
productiva, de lácteos, carpintería, y muchos rubros
más”, expresó el gobernador. Una mesa con varias
delicias artesanales, entre ellas quesos caseros, atrajo a la comitiva
gubernamental.
“Me pidieron ayuda para hacer la instalación eléctrica
externa para producir y vivir. Y denlo por hecho que lo llevaremos
adelante para ayudar a que rápidamente se instalen y comiencen
a producir”, se comprometió. Después, otro de
los referentes, Abraham Wiebe le regaló un sombrero blanco,
típico de la comunidad.
Antes de despedirse, el mandatario ingresó a una de las fábricas
de muebles, hecha también de madera. Poggi felicitó
a uno de los jóvenes que edificó el lugar. En el campo
trabajan además seis albañiles que no son de la comunidad.
“Aquí es un futuro para nuestra comunidad, por eso elegimos
San Luis”, señaló Juan.
En plena tarde, otra polvareda cubrió a las camionetas mientras
partían por un atajo.
Fuente: ANSL