Grabador extraviado
¿Alguien lo tiene para devolverlo? ¿Hurto simple?
O ¿Ataque a la libertad de prensa?
San Luis (Pelr) 08-11-10. ¿Alguien podría pensar que
el extravío de un grabador puede ser noticia? Seguramente que
no, pero si se contextualiza dónde y cómo ocurrió,
seguro que se convierte en noticia y de las más graves. La
torpeza -nobleza obliga- de quien escribe estas líneas, permitió
que se olvidara de un grabador que le había encargado el colega
Daniel Quiroga, y la posterior pérdida del mismo. Si esto hubiera
ocurrido en un bar o en un lugar concurrido, me miraría al
espejo, me pegaría tres cachetadas y me diría ‘no
podés ser tan torpe’ y compro uno nuevo para devolverlo.
Pero cuando ese olvido torpe se produce en la mismísima Sala
de Audiencias Públicas de la Cámara del Crimen Nº
1 y más cuando ya no quedaba público, solamente personal
que trabaja en el lugar y policías, la cosa pinta grave, porque
se supone que ese ámbito es el sublime del combate al delito.
Sobre el extravío -prefiero, por el momento, llamarlo así
y no de otra forma-, quedan tres escenarios posibles para explicarlo.
El primero -guardamos esta esperanza como primera, porque no podemos
creer que gente ligada al Poder Judicial o policías cometan
estos delitos-, que alguien a quien no consultamos -puesto que cinco
minutos después de acordarnos del olvido, hablamos con todos
los que habían quedado en el lugar y nadie lo había
visto-, lo haya guardado sabiendo que pertenecía a alguno de
los dos únicos periodistas que cubrieron la jornada, Quiroga
y quien escribe, y en la presente semana nos ubique para su devolución.
La segunda, un simple hurto. Alguien vio el grabador y lo hurtó,
sin más. De las tres hipótesis, esta es la más
absurda, porque se trata de un grabador que funciona con cassettes
pequeños, que sólo le pueden servir al periodista para
grabar entrevistas o como en este caso lo que ocurre en un juicio
oral y público, para después desgrabar y comentar, en
su programa, lo allí captado. Esto es, que el grabador en cuestión,
carece totalmente de valor económico, porque para revenderlo
solo se lo puede hacer a otro periodista, y en esta profesión
no creemos que exista alguien dispuesto a ensuciarse las manos, sabiendo
que en cualquier momento se lo ve el verdadero dueño, pero
además porque ahora existe una tecnología mucho más
cómoda como lo son los mp3 o mp4, o cualquier elemento de grabación
que supere esta técnica. Repetimos, ese grabador carece de
valor comercial como para hurtarlo para su reventa. Si alguien lo
hurtó, lo único que logró es hacer un daño
a su propietario.
La tercera, y de haber sido así, es la más grave de
todas estas hipótesis, puesto que refiere a que alguien ligado
a la causa Molina o al Poder Judicial o a la policía, se apoderó
del grabador para evitar que se ventile públicamente lo vertido
en la audiencia del viernes. Esto, simple y llanamente es un severo
ataque a la libertad de prensa.
Lamentamos mucho -aunque seguimos esperanzado en que alguien no consultado
por quien escribe estas líneas, lo tenga para devolverlo durante
esta semana- que en -repito- el sublime lugar donde se combate al
delito, se cometa uno. Sin temor a equivocarnos, este hecho tiene
una gravedad institucional nunca vista antes y creemos que hay responsables,
como son los integrantes de la Cámara del Crimen Nº 1
y de la Fiscalía de Cámara Nº 1, que evidentemente
no tienen el control absoluto de lo que ocurre en sus propias instalaciones
y narices. Le sigue en responsabilidad el Superior Tribunal de Justicia
de San Luis, puesto que tampoco tiene control absoluto del edificio
que supuestamente tendrían que vigilar. Repetimos, si hubiera
habido público común en la sala, un tanto distinta sería
la cosa, puesto que tampoco se puede controlar a todo el mundo, pero
en este caso en particular, el público común, no existía,
ya se habían retirado al momento en que salí de esa
sala.
Firmemente, esperamos que ese grabador aparezca, no por su valor económico
-porque podemos comprar uno nuevo y devolverlo a su dueño-,
sino para limpiar esa mancha enorme y grave que, hoy, se cierne sobre
el sublime lugar de combate al delito y no donde se lo comete.
Informe: Carlos Rubén Capella
carlosrcapella@yahoo.com.ar