La detención de Diego Lorenzetti ha sumido aún más
en el desconcierto a La Calera. Los vecinos que eligen hablar defienden
a capa y a espada a su intendente, porque lo creen incapaz de haber
sido quien contrató a dos sicarios para que maten a su esposa,
Romina Aguilar. Incluso los familiars directos de la joven asesinada
no dudan ni por un segundo en la inocencia del hombre que el martes
por la noche fue buscado por la policía y luego llamado a declarar
por la jueza Virginia Palacios Gonella.
Si la muerte de Romina los dejó anonadados, mucho más
parece haberlos dejado la detención del viudo, al punto que
en la concentración que se realizó frente a la Iglesia
del pueblo además de pedir por justicia para que no quede impune
el asesinato, también sirvió para respaldar a quienes
eligieron para que los gobierne.
Por más preguntas y repreguntas que se hicieron, la respuesta
siempre fue la misma: Todos quienes se manifestaron o quisieron dar
su testimonio piensan que es inocente.
Claro está, no estaba todo el pueblo, quizá solo se
reunió un 10% de los aproximadamente 400 habitantes que tiene
La Calera.
Algunos quieren dar su testimonio frente a las cámaras, otros
prefieren hablar en el anonimato, pero van dando más elementos
que pueden aportar -o no- para saber qué fue lo que ocurrió
con la muerte de esa chica querida por todos.
No anda demasiada gente en el pueblo a la hora de la siesta. A lo
lejos se recorta el perfil de la fábrica de cemento y más
atrás la montaña. El lugar se va despejando la modorra
y de a poco van apareciendo sus moradores.
Al azar y sin conocerlos, se repite la pregunta: ¿Cómo
los ha tomado la noticia y qué opinan de ella? Cada respuesta
parece un calco de la otra, aún con sus matices. Algunos hablan
a la cámara, otros prefieren la anotación de papel y
lápiz: Diego es inocente, aseguran.
"Detrás hay una cuestión de plata", aventuran
algunos y otros eligen mirar hacia arriba, señalando con los
ojos a alguien que está más allá del pueblo,
poderoso, que estaba molesto con el intendente, porque "les molestó
que un don nadie, que vino con lo puesto, que se ganó la plata
trabajando, haya llegado donde llegó".
Nadie atina a proporcionar un nombre. Da la sensación de que
el miedo ensombrece algunos rostros. Recuerdan a Romina como una chica
sencilla, bonachona, de sonrisa permanente y no entra en sus cabezas
que quien era su marido haya pagado a álguien para matarla.
El Gauchinio
Cuando la pregunta es sobre la declaración de "El Brasilero"
-aunque en realidad ellos lo conocen como "El Gauchinio"-
recuerdan que llegó hace unos quince años, mas o menos,
de la mano de quien después fue su suegro que "lo trajo
para que le cuidara los caballos".
"Vivía en el campo, por el mismo camino que pasa por
el cementerio", el lugar que le había destinado el propietario
de la fábrica de cal, que a la postre terminó siendo
su suegro.
"El gauchinio sabía andar en moto", pero no saben
precisar de qué color ni marca era. Lo que aseguran es que
hace mucho no vivía en el pueblo y "venía cuando
había carreras de caballos".
"Se le entendía poco lo que hablaba", asegura una
de las personas que brindó su testimonio a este medio.
"No sé si tenía o no tenía domicilio acá",
porque "mucha gente que no es del pueblo aparece el día
de las votaciones", deslizan.
Algunos no parecen poder hablar bien o mal de él, sino más
bien lo hacen como refiriéndose a una persona extraña.
No entienden porqué habría inculpado -si es que lo hizo
en su declaración- a Diego Lorenzetti.
Todos se muestran preocupados por la suerte del chico que quedó
huerfano de madre y ahora su padre atraviesa un mal momento en la
justicia. "Tiene a sus tías, pero no es lo mismo",
dice una vecina. "A él le arrebataron a su mamá,
que no se murió de una enfermedad, sino que la mataron",
apunta 'Coni' su tía, quien confía en la inocencia de
su cuñado y se preocupa por el adolescente que minutos antes
sale de la casa de la abuela Ernestina y se va hacia la casa de sus
padres, a pocos metros del lugar.
"Vinieron a ver caer al derrotado"
Una mujer que eligió el anonimato, cuenta que en la noche
del martes le sorprendió que "cuatro o cinco personas
que hace años no se las veía por acá, estuvieran
como esperando que la policía se lo llevara detenido",
relata, pero se guarda para ella el nombre de esos que según
cree, "vinieron a ver caer al derrotado".
"Puede ser casualidad, pero me llama la atención. Parece
que les hubieran avisado que a esa hora lo iban a venir a detener.
Creen que por ser pueblerinos somos zonzos", dice y, en ese sentido,
sobre la subestimación referida, apunta enojada también
a un canal porteño que hizo un informe "en que nos hizo
quedar como unos brutos".
"Creo que en esto hay alguien poderoso, que le está tendiendo
una trampa", especula mirando hacia arriba. No dice nombres,
a veces parecen no ser necesarios en el vocabulario visual con el
que se comunican entre ellos, pero deja a los foráneos con
más dudas que certezas.
En La Calera todos parecen querer justicia para Romina, pero, a la
par, a viva voz y en los carteles, dicen que "La Justicia de
San Luis es una vergüenza".
Por ahora, el todo parece con un final abierto, con dos detenidos
-y probablemente otro por caer o que ha caído-.
En el pueblo ya es noche cerrada. Cada uno comienza el camino de
retorno hacia su casa, convencidos que será una espera larga
para encontrar a los verdaderos responsables del crimen "de la
Romy", como le decían todos a la joven rubia que encontró
la muerte en la puerta de su casa, cuando se disponía a ir
a tomar clases para terminar la escuela primaria.
Para la jueza Palacios el caso está a punto de ser resuelto
y entre los culpables como autor intelectual parece estar señalado
el intendente de ese pequeño pueblo del departamento Belgrano
que durante 32 años fue gobernado por una misma familia y ahora
había cambiado de manos.