No se hizo la reconstrucción del asesinato

"Mi hijo también fue víctima del genocidio"

San Luis (Pelr) 27-03-09 Al pie de las escalinatas del edificio del Rectorado de la UNSL, luego de presenciar la conferencia que dictó Ulises Gorini sobre la génesis de Madres de Plaza de Mayo y su lucha, Amalia Magdalena Palma de González también posicionó su lucha en busca de justicia. "Yo también soy como una de esas madres", refirió.

Buscando encontrar alguna respuesta para la absurda muerte de su hijo Jairo, miró al cielo y se preguntó ¿porqué Señor tanto sufrimiento? y desgranó una cantidad de historias que la signaron desde pequeña, cuando fue prácticamente abandonada a su suerte.

"Ay! señor, si lo hubiera conocido a mi Jairo... era tan payaso, tan divertido..." dice mientras se asoman las lágrimas de sus ojos.

Ayer tenía que realizarse la reconstrucción del hecho en el que el policía Garay Lépez terminó con la vida de su hijo. La policía no quiso concurrir, argumentando que no podía brindar seguridad en el barrio José Hernández.

"Los muchachos (del José Hernández) se portaron muy bien", dice Amalia, "me prometieron que no atacarían al asesino de mi hijo", cuenta. "Ellos están muy enojados, pero yo les expliqué que si hacían algo, perjudicarían la causa y lo entendieron", asegura.

Pero sus manos quedaron vacías nuevamente. A la ausencia del hijo muerto por las balas policiales, se le sumó esta otra nueva frustración de ayer. Esperaba que con la reconstrucción del hecho se despejaran todas las dudas y finalmente el hombre que disparó la bala asesina terminara entre rejas.

"Todos los días recibo llamados amenazándome... que me deje de molestar... me insultan..." dice mientras saca de la cartera unas carátulas de los CD que había grabado Jairo. "Traigo las tapas, nomás, porque tengo miedo (de perderlos) si me pasa algo", resalta refiriéndose a un posible atentado contra su vida. En esos CD permanece la imagen viva de Jairo.

"Me persigue la policía, siempre anda un patrullero cerca mío", relata y como si lo hubiese convocado, desde la esquina aparece una camioneta policial que pasa lentamente enfrente nuestro.

Cuenta que los vecinos le han dicho que no se movilice más en bicicleta, porque la van a atropellar. "Pero que puedo hacer, gano 900 pesos, si me gasto 60 en colectivo después no puedo pagar las otras cosas", se resigna.

"Mi vida ha estado marcada por el dolor", dice mientras cuenta las penurias que le tocó pasar. No puede llamarme por mi nombre, siempre me dice "señor", se lo reprocho. "Es que toda la vida trabajé como empleada doméstica", responde.

"En una casa trabajaba por la verdura, en otra por la leche, en otra por la carne, para darle de comer a mis hijos" y vuelven a su memoria las imágenes de "la casa sin muebles" cuando se separó y su marido le negó el mobiliario si se quedaba con los pequeños.

"Tirábamos trapos en el suelo para dormir y Jairo dormía aquí, sobre mi pecho" relata, mientras lo acuna imaginariamente en su regazo.

Cuesta imaginarse como cabe tanto dolor en un cuerpo tan pequeño.

Y más allá de los tecnicismos que podrán manejar los abogados, se entiende cuando califica como "genocidio" al crimen de Jairo, porque el gatillo fácil no paró nunca.

Y se entiende la comparación que realizó con las Madres de Plaza de Mayo. Ella también, con la foto de su hijo, va a todos los lugares en que puede recibir alguna esperanza de justicia para su hijo.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

 

 

 

 

 

 
   
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